El arrastre en Danza Emoción: una experiencia de confianza y reorganización psicocorporal

En el marco de Danza Emoción, los ejercicios de arrastre en el suelo constituyen una herramienta fundamental para el trabajo de integración cuerpo–mente. Lejos de ser una simple dinámica lúdica o de movilidad, el arrastre facilita un proceso profundo de regulación del sistema nervioso, reajuste postural y reconexión simbólica con la confianza en la vida y en el propio cuerpo.

El sistema nervioso y la respuesta defensiva

Desde la perspectiva psicocorporal, cuando una persona se enfrenta a la propuesta de dejarse arrastrar o de ser guiada por otro cuerpo, puede activarse una respuesta defensiva del sistema nervioso autónomo.El cuerpo percibe la entrega como una posible pérdida de control y, de forma automática, reacciona con hipertonía muscular, bloqueo respiratorio o rigidez postural. A veces aparece incluso la sensación de mareo, que puede entenderse como una manifestación de desregulación del sistema vestibular ante la percepción de vulnerabilidad o movimiento no controlado.

Esta reacción no es un obstáculo, sino un mensaje del cuerpo que protege su integridad. En términos terapéuticos, indica la presencia de una memoria implícita de desconfianza o inseguridad que necesita ser abordada desde la contención, la lentitud y la escucha corporal.

Cuando el entorno relacional y el acompañamiento terapéutico ofrecen seguridad y sostén, el sistema nervioso empieza a reconocer que no hay amenaza real.La persona puede entonces liberar progresivamente la tensión, la respiración se amplía y el cuerpo inicia un proceso espontáneo de ajuste postural: los músculos se reorganizan, el peso se redistribuye y aparece una nueva relación con el suelo y con el movimiento.

Este tránsito —de la rigidez a la fluidez— refleja la capacidad del organismo para autorregularse y restablecer su equilibrio tónico-emocional. En ese punto, el arrastre deja de ser una acción externa y se convierte en un diálogo sensoriomotor entre el cuerpo, la gravedad y el vínculo.

Dimensión simbólica y psicológica del arrastre

En un plano simbólico, el arrastre puede evocar el pasaje del nacimiento, la salida del útero hacia la vida, o el movimiento arquetípico de entrega a la existencia.Ser arrastrado o dejarse conducir implica ceder parte del control, confiar en el otro y en el sostén del suelo, lo que activa memorias vinculadas al apego primario y al sentimiento básico de seguridad.

Cuando la persona logra relajarse en el movimiento, no solo se reconfigura su tono muscular: también se reorganiza su sentimiento interno de confianza. El cuerpo aprende que puede entregarse sin ser invadido, que puede moverse sin perder el eje, que puede ser sostenido y, a la vez, sostener.

Dimensión perceptiva, motriz y relacional

El trabajo de arrastre estimula intensamente los sistemas propioceptivo y vestibular, reforzando la percepción del eje corporal y la orientación espacial.Desde el punto de vista motriz, favorece la coordinación global, la activación del centro (core) y la fuerza funcional, mientras que en el plano perceptivo incrementa la conciencia del peso, del contacto y de la dirección del movimiento.

En su dimensión relacional, el ejercicio implica un vínculo de cooperación y cuidado mutuo: quien arrastra sostiene, quien es arrastrado confía. Esta dinámica favorece la empatía, la comunicación no verbal y la capacidad de ajuste tónico entre dos cuerpos que se sincronizan desde la sensibilidad y el respeto.

El sentido terapéutico en Danza Emoción

Dentro del marco de Danza Emoción, el arrastre se propone como una experiencia integradora que atraviesa todos los niveles del ser: físico, emocional, cognitivo y simbólico.Permite transitar del control a la entrega, del esfuerzo al fluir, del miedo al sostén.

El movimiento se convierte así en un proceso de reorganización psicocorporal que facilita la conexión con la vida, la autoconfianza y la capacidad de vincularse desde la presencia.Cada vez que una persona logra soltarse y sentir el placer de ser llevada, se produce una transformación interna:el cuerpo recuerda que puede confiar, que la vida sostiene y que la seguridad no está en el control, sino en la conexión.

Desde el suelo, desde el contacto y la respiración, el cuerpo reaprende su lenguaje más antiguo: el de la confianza primordial en la vida y en sí mismo.

Uma Zuasti.