Danza, cerebro e identidad: cómo el movimiento construye un centro psicológico integrado

Uno de los grandes interrogantes de la neurociencia actual es cómo el cerebro logra articular una identidad psicológica coherente a partir de millones de estímulos internos y externos. Tener una sensación de “yo” estable requiere que diversas regiones del encéfalo trabajen en red, creando un centro organizador de la experiencia que nos permite recordar quiénes somos, interpretar lo que sentimos y actuar en consecuencia.

Las regiones cerebrales clave para una identidad integrada

Diversos estudios muestran que la identidad psicológica no se localiza en un solo lugar del cerebro, sino que emerge de la conexión funcional entre varias áreas:

Corteza prefrontal medial: implicada en la autorreflexión, la planificación y la toma de decisiones en función de valores y metas personales.

Corteza cingulada anterior y posterior: clave en la integración emocional y en la monitorización de la coherencia entre lo que sentimos, pensamos y hacemos.

Hipocampo: sustenta la memoria autobiográfica, fundamental para la continuidad del “yo” a lo largo del tiempo.

Amígdala: procesa las emociones básicas y permite darles un sentido dentro de la narrativa personal.

Ínsula: núcleo de la conciencia corporal, la interocepción y la percepción de “estar en uno mismo”.

Cerebelo y ganglios basales: tradicionalmente asociados al movimiento, pero hoy se sabe que también participan en la regulación emocional y en la predicción de secuencias de acción.

Cuando estas regiones se comunican fluidamente, la persona experimenta un sentido de unidad psicológica. Cuando las conexiones se ven alteradas (por trauma, enfermedad o disociación), la identidad puede sentirse fragmentada.

La neurociencia del movimiento y la construcción del “yo”

Las teorías contemporáneas de la neurociencia del movimiento plantean que la identidad no solo se sustenta en lo cognitivo, sino que se construye a través de la acción y la percepción corporal.Modelos como la teoría de la cognición corporizada (embodied cognition) o la hipótesis del cerebro predictivo indican que moverse no es solo ejecutar órdenes motoras, sino ensayar y afinar hipótesis sobre quiénes somos y cómo nos relacionamos con el mundo. Cada gesto, cada desplazamiento, cada ritmo corporal, refuerza la conexión entre la percepción interna (interocepción), la expresión externa (acción) y la narrativa personal.

En este sentido, el movimiento es una vía privilegiada para consolidar la identidad: organiza la experiencia, da coherencia al sentir y al pensar, y activa los circuitos cerebrales que unifican cuerpo, emoción y pensamiento.

Danza Emoción: movimiento para tejer identidad

Mi método de danzaterapia, Danza Emoción, se fundamenta en esta visión neurocientífica. A través de la improvisación, el simbolismo y la respiración consciente, se generan experiencias que:

-Fortalecen la ínsula y la interocepción, al llevar la atención al pulso, la respiración y las sensaciones internas.

-Activa la corteza prefrontal y cingulada, mediante la toma de decisiones creativas y la reflexión compartida en los diálogos posteriores.

-Integra el hipocampo y la memoria autobiográfica, al transformar experiencias corporales en metáforas de la propia historia personal.

-Regula la amígdala, ofreciendo un espacio seguro para procesar emociones intensas a través del movimiento.

-Entrena la coordinación cerebelosa y basal, afinando la relación entre emoción y gesto.

El resultado es que el movimiento se convierte en un laboratorio vivencial de identidad: la persona ensaya nuevas formas de estar en el mundo, reordena su experiencia y fortalece un “centro psicológico” que la sostiene con mayor solidez.

Desde esta visión la identidad no es una idea abstracta, sino una red neuronal viva que se fortalece con cada experiencia significativa. La danza, al implicar emoción, cuerpo y creatividad, es una vía directa para nutrir esa red.

Así, Danza Emoción se presenta como una práctica donde neurociencia y arte se encuentran: un método que ayuda a consolidar una identidad más sólida, integrada y resiliente, porque al danzar, nos tejemos a nosotros mismos.

Uma Zuasti

Fotografia: Enis Can Eyhan